¡Hoy estoy muy ilusionada porque inauguro una nueva sección dedicada a las escritoras de novela romántica autopublicadas! Una vez al mes entrevistaré a una compañera con diez preguntas divertidas, para que además de sus libros, la conozcas en todas sus otras dimensiones.
La primera que se ha atrevido a confesarse conmigo es la escritora gallega Sonia R. Salvante. La conocí por una reseña de Instagram y tras leer su primera bilogía, «Encuentro de almas», entendí las palabras tan maravillosas que le dedican en todos lados. Sonia escribe con el corazón, regalándote historias redondas y llenas de emociones que no puedes dejar hasta terminarlas. A mí me ganó con la historia de Clara, Chema y Laura, y me terminó de rematar con su segunda bilogía de novela romántica, «Vencer al miedo», publicada entre octubre de 2020 y mayo del 2021.
Le pedí que como introducción nos contase cómo se inició como escritora, y esta fue su respuesta:
«…yo escribo porque no sé no hacerlo. Llevo escribiendo desde que recuerdo. Cualquier cosa. Desde las más infantiles tonterías hasta aquellos comienzos de novelas que nunca terminaba porque otra historia se me cruzaba en mi cabeza y, total, nadie me leía…Jajajaja. Y también recuerdo vivir siempre en los mundos de Yupi. Me aislaba en mi mundo y por eso me gané a pulso la fama de despistada que aún hoy me acompaña. Inventando historias, finales para las que le leía, vidas y situaciones que me gustaría vivir o que me gustaría que vivieran mis conocidos… Así siempre».
¿Quieres conocer más a Sonia? Aquí van sus confesiones:
El primer libro del que tengo una constancia plena fue Papaíto Piernas Largas. Y si lo recuerdo es, básicamente, porque fue un regalo de Reyes inesperado y, por otra parte, creo que era demasiado pequeña para él y que, por ello, no lo entendí del todo en su momento. De hecho, lo releí más adelante y fue como leerlo por primera vez.
Ahora bien, recuerdo también el libro que me cambió la vida como lectora. Tempestad Salvaje, de Johanna Lindsey. Ahí se me abrió un mundo desconocido con once años (seguramente también era demasiado precoz para ese tipo de lectura, pero carajo, esa novela sí la entendí y cómo la disfruté), y ya nadie me pudo apartar del género romántico; aunque haya tenido épocas en las que he leído absolutamente de todo.
A día de hoy, la respuesta es categóricamente un no. Y no por nada en especial, pero es que tengo tantas historias que contar, tantas en mi cabeza, que no me dará la vida para escribirlas, y todas, todas, son románticas. Unas más dramáticas que otras, otras quizá más reales o peliculeras, pero todas de amor. Es superior a mí, por ahora no me vienen a la cabeza otras. Y tampoco me preocupa, a decir verdad. Creo que, aunque ya está todo escrito, todavía nos queda mucho por contar al respecto.
Igualito a jugar al Tetris. Con paciencia, nivel a nivel y ficha a ficha. También es verdad que en estos momentos no trabajo fuera de casa, lo que me deja mucho más tiempo para invertir en la escritura; aun así, es complicado poder dedicarle a la familia y a la casa (que he descubierto por las malas que no se limpia sola) todas las horas que quisiera cuando mis protagonistas me piden su propio espacio y me sumerjo en sus vidas más que en la propia.
Por eso admiro a las escritoras que tienen un trabajo además de este, porque, aunque para nosotras (o al menos hablo por mí y por varias que conozco) sea más casi un hobby que otra cosa, no deje de ser una ocupación en la que hay que invertir horas y esfuerzo para presentarle a los lectores lo que ellos se merecen.
Guardo muchísimos, y eso que hace apenas un año y medio que publiqué mi primer libro. Pero tengo que mencionar la presentación de mi primera novela en mi pueblo, donde se volcó tanta gente que acabé emocionándome, fluctuando entre mostrar la sonrisa más grande del mundo y limpiarme las lágrimas.
Y, con la misma importancia, recuerdo con inmenso cariño aquellos primeros comentarios por privado a través de Whatsapp, Instagram o Facebook de mis primeras lectoras, aunque, para ser sincera, cada uno de ellos aún hoy me llegan al alma. Es lo mejor del mundo saber que, de alguna forma, he llegado a la gente, hablar con ella, comentar sobre mis chicos…
Ufff, síiiiii. Lo que me ha pasado con mi el protagonista de mi última novela es cosa mala. Jajajaja. De hecho, me ha costado muchísimo dejarlo ir (en realidad, aún estoy en ello) y poder centrarme en el que ahora tengo entre manos, porque me veía poniendo en su boca palabras del susodicho: mi Roberto.
No es que me parezca un hombre maravilloso en caso de que fuese real, es que a nivel escritora ha sido un lujo trabajar con él. Es tan intenso y temperamental que me daba tanta libertad para expresarme a través de sus labios, le quedaba cualquier frase tan bien, lo conocía tan tan bien que te juro que ha sido como dejar ir una parte de mí. Una parte muy enamorada de mí. Ay, estoy fatal, Helen…
A la izquierda, el muso de Roberto, Jason Lewis.
¿Una bebida? Pues mira, creo que sería agua. Transparente y la cosa más sencilla del mundo. Jajaja. Como mucho, agua con gas a veces, por eso de que las burbujas podrían ser la chispa que me hace sentarme ante el teclado y dejar volar mi imaginación. ¿Te cuento un secreto? Mi marido siempre me dice que el ser misteriosa vende, pero eso no va conmigo.
Para mis libros me inspira todo y nada en especial. Ya lo he dicho, siempre estoy soñando, así que cualquier situación me puede valer para que un personaje se presente en mi cabeza y me susurre su historia. Y se quede ahí durante años, porque no se van. Se aglomeran y menudo festival tengo ahí dentro.
Ay, con tantos… Pero mira, si tengo que escoger a uno, con el doctor Monroe, de Quédate conmigo, de Anna Garcia. Me ha parecido un secundario de esos que se quedan grabados, y además siempre me ha fascinado el mundo de la psiquiatría, así que sí, me encantaría charlar con él durante horas y, ya de paso, preguntarle montones de cosas y documentarme para algunos de mis futuros chicos, que nunca viene mal…
El único vicio que no me gusta confesar es que fumo como una carretera cuando escribo. O, al menos, enciendo muchos cigarrillos, aunque la mayoría se consuman en el cenicero. Y bebo café sin parar. Sí, mal asunto, lo sé. Siempre me digo que algún día me pasaré a los chicles, pero… Pero por ahora aún no lo he hecho.
Pues acabo de terminar, justo antes de contestar a estas preguntas, el último de Susanna Herrero de la serie Cabana. Una maravilla de escritora y de familia esa que ha creado, si me permites decirlo. Y tengo empezado el último de Saray García, el último de Elísabet Benavent y Mi Vikingo de Davinia Palacios. Así estoy, siempre con tres o cuatro empezados en varias estancias de la casa o en varios dispositivos… Ya te he dicho que estaba fatal, ¿no?
¿A que es un encanto? 💕💕💕💕
¡Muchísimas gracias, Sonia, por prestarte a estar aquí y compartir todas estas anécdotas con nosotras!
Y a ti te recomiendo cien por cien las novelas de Sonia, son historias que te dejarán con el corazón calentito. Calidad literaria a raudales, emociones, pasiones… ¡No te las pierdas!
Me despido hasta la próxima semana, romántica. ¡Lee mucho esta semana y disfruta!
Hay quienes sostienen que escribir distintos géneros literarios puede ser una buena actividad, sobre todo por «si suena la flauta». Puede que
La primera novela suele ser experimental porque, a no ser que te formes mucho antes de publicarla (que no es lo habitual),
Ser escritor emprendedor, escritor profesional, ganar dinero con tus libros, ser superventas, vivir de escribir… ¿Te suena todo esto? Debes haber o(le)ído
